Sirius corría por los pasillos de San Mungo, en su forma de perro. Había escuchado que James estaba en la planta número 3, habitación 312. Bien, estaba en la planta 3, ahora tendría que buscar la habitación. 310, 311...312. Listo, la había encontrado. Por fin iba a ver a su amigo. Empujó la puerta con la cabeza, y entro. Ya adentró volvió a su forma humana y cerró la puerta despacio, para que no se dieran cuenta de que alguien había entrado. Sabía que esa no era la mejor vestimenta para ver a su mejor amigo, ya que estaba con una túnica toda andrajosa y unos zapatos totalmente rotos, pero era lo que había, y por el momento se tendría que contentar con eso. Se dio vuelta y observo la cama en silencio. James tenía una mascarilla de aire, que raro era verlo así, con la cara y el cuerpo de un hombre de 34 años, cuando la última vez que lo había visto, se veía como un muchacho de 21. Seguía igual de flaco, y su pelo... oh su pelo... igual de desordenado.
-James Potter... no has cambiado nada-James seguía sin abrir los ojos- despierta Cornamenta... mira quien te vino a ver...
James tampoco despertó, pero se movió incomodo, como si estuviera teniendo una pesadilla. Sirius se acercó y se sentó en una silla que estaba a un costado de la cama de James. Le tomó la fría mano a su amigo y la acarició.
-James... James despierta...-con la mano que tenía libre, le empezó a acariciar el pelo- vamos Cornamenta, ya saliste del coma... ya estas listo... puedes despertar... tu puedes.
-Sirius...-James hablaba en sueños- Sirius cuidado... Voldemort... me va a matar... Sirius ayúdame.-James parecía asustado, tenía los ojos fuertemente cerrados y tiritaba.-ayúdame...
Sirius dejó de acariciarle el pelo y con esa mano empezó a acariciarle las mejillas.
-estoy aquí... estas bien... Voldemort no te va a matar... te lo prometo... te lo prometo.-James sonrió.
Sirius sonrió cuando James se calmo.
-¿cuando no eh estado aquí Cornamenta? donde vas tu... voy yo amigo.
James sonrió, todavía dormido y respondió:
-lo se... por eso McGonagall nos odia tanto.
Sirius escucho un ruido al otro lado de la puerta y le dijo rápidamente al dormido James:
-Cronamenta... me tengo que ir... voy a volver, te lo prometo, te quiero amigo.-le apretó por última vez la mano y le acarició por última vez el pelo. Se levantó y lo observo, mientras unas gruesas lagrimas empezaban a caer de sus ojos. Su amigo estaba bien, eso era lo que importaba. Ya no importaba si los dementores lo perseguían, si la mitad del mundo mágico lo odiaba, lo único que importaba era que James Potter estaba vivo.
Se volvió a transformar en perro y salió de la habitación. James susurró en sueños:
-yo también te quiero Sirius.
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