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Cuando salieron del sauce boxeador, tuvieron que detenerse un poco porque Ron estaba muy a dolorido.
-tranquilo señor Weasley, yo lo curaré.-dijo Dumbledore acercándose al chico y curándole el pie.
-gracias profesor...-dijo Ron levantándose.
-¡por fin seré libre!-exclamó con emoción, Sirius, que estaba junto a James. Remus estaba ocupado en mantener a Peter tranquilo.
-¡callate rata!
Peter, por su parte, lloriqueaba desesperado ante la idea de que los dementores le dieran el beso, cosa que Sirius le había recordado todo el camino con una gran sonrisa.
-Re-remus... por favor... no me entregues...
James, enojado, se acercó a Peter y gritó:
-¡claro! ¡tu no quieres que te entreguemos, pero tu si nos entregaste a Lily, a Harry y a mi! ¡eres un traidor Pettigrew, un traidor!
Dumbledore se acercó a James, y, poniéndole una mano en el hombro, dijo:
-James... cálmate... ya recibirá su castigo...
Empezaron a caminar en dirección al castillo, todos nerviosos por lo que iba a pasar, pero nadie más que Sirius. Entonces, cuando todo parecía perfecto, Remus empezó a tiritar. Dumbledore, preocupado, preguntó:
-¿Remus? ¿estas bien?
Remus negó con la cabeza, cerró los ojos y logró decir:
-corran... ya.
Sirius, que captó el mensaje de Remus, gritó:
-¡se va a convertir! ¡CORRAN!
Dumbledore, preocupado por los alumnos mas que por nadie, agarró a Harry, Ron y Hermione y empezó a correr con ellos al castillo.
-¡MI PAPÁ!-gritó Harry, tratando se volver junto a su padre.
-¡Harry!-exclamó Dumbledore agarrando el brazo de Harry-¡va a estar bien!
-¡NO! ¡PAPÁ!-gritó Harry con desesperación, forcejeando con Dumbledore.
Albus fijó su vista en Ron y Hermione y exclamó:
-¡ustedes corran! ¡de vuelta al castillo!
Los chicos obedecieron y siguieron corriendo, sintiéndose culpables por dejar a Harry así.
-¡vamos muchacho! ¡es peligroso! ¡por favor!-Dumbledore, sin saber que hacer, sacó su varita y apuntó a Harry-¡desmaius!
Y Harry cayó, inconsciente, el los brazos del director, que lo puso sobre su hombro y comenzó a correr al colegio.
James y Sirius miraban desesperados a Remus, que en ese mismo minuto sufría la transformación.
James miró a Sirius y gritó:
-es hora de que nos trasformemos ¿no crees?
Sirius sonrió y respondió:
-¡como en los viejos tiempos Cornamenta!
Y se transformaron, Sirius, en el gran perro negro:
y James en el majestuoso ciervo:
Y volvieron los tres juntos, como los viejos tiempos, a pasar una noche merodeadora.
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